La actividad física regular fortalece el corazón y mejora la circulación sanguínea. Al involucrarse en ejercicios aeróbicos, como caminar, nadar o andar en bicicleta, las personas mayores pueden reducir su riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, disminuir la presión arterial y mejorar su perfil lipídico al aumentar los niveles de colesterol HDL (el “bueno”).
La actividad física ayuda a controlar el peso. A medida que envejecemos, nuestro metabolismo tiende a desacelerarse, lo que puede llevar a un aumento de peso si no hacemos ajustes en nuestra dieta y actividad. Los ejercicios ayudan a quemar calorías y, cuando se combinan con una alimentación adecuada, proporcionan una forma efectiva de mantener o perder peso.
La pérdida de masa muscular, conocida como sarcopenia, es un fenómeno natural del envejecimiento. Sin embargo, el entrenamiento de fuerza puede ayudar a mitigar esta pérdida y mejorar la función muscular. Al fortalecer los músculos, las personas mayores pueden mejorar su balance y prevenir caídas, que son una de las principales causas de lesiones en esta población.
La flexibilidad también se ve favorecida a través de ejercicios de estiramiento y actividades como yoga o pilates. Esto es esencial para la movilidad diaria y para mantener la independencia.
La actividad física, especialmente el entrenamiento de resistencia y los ejercicios de impacto, es fundamental para la salud ósea. A medida que las mujeres y hombres envejecen, pueden experimentar una pérdida de densidad ósea, lo que aumenta el riesgo de fracturas y osteoporosis. La incorporación de ejercicios que carguen peso, como caminar o levantamiento de pesas, puede ayudar a mantener la masa ósea y fortalecer los huesos.
La actividad física tiene un impacto probado en la salud mental. El ejercicio regular libera endorfinas, a menudo conocidas como las “hormonas de la felicidad”, que pueden reducir los síntomas de ansiedad y depresión. Además, participar en actividades grupales o en clases de ejercicio puede fomentar la socialización, lo cual es esencial para combatir la soledad y el aislamiento, problemas comunes en la población mayor.
Los problemas de sueño son comunes en personas mayores, pero la actividad física regular puede ayudar a regular los patrones de sueño. La realización de ejercicios moderados, especialmente durante el día, puede mejorar la calidad del sueño, permitir un mayor tiempo en las fases profundas del sueño y reducir el insomnio.
La actividad física no solo beneficia el cuerpo; también es crucial para la salud cerebral. Los estudios han demostrado que las personas mayores que se ejercitan regularmente tienen un menor riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. El ejercicio favorece el flujo sanguíneo al cerebro y puede promover la neuroplasticidad, ayudando a mantener aguda la mente.
Varios estudios han demostrado que la actividad física regular está asociada con una mayor esperanza de vida. Las personas mayores que hacen ejercicio con regularidad tienden a tener tasas más bajas de mortalidad por diversas causas, lo que se traduce en una vida más larga y saludable.